Si hay alguien que conoce bien la ruta que recorre la distancia de algo más de 12 kilómetros entre Manuel Becerra y el Cementerio de la Almudena, ese es Luis de la Torre, conductor en la estación de La Elipa con turno fijo en esta línea desde hace 25 años.

Nos hemos acercado a Luis para que nos cuente cómo es su vida en un mundo tan especial, cada uno de sus días en los que atraviesa continuamente la barrera entre la vida y la muerte en su querida ruta 110. Es un hombre tranquilo que conoce perfectamente el camposanto y que nos contaría cientos de anécdotas si tuviéramos tiempo.

La primera pregunta que nos asalta es la de si ha pasado miedo en alguna ocasión, pero lo niega. Recuerda sin embargo una ocasión en la que sonó el timbre de parada cuando viajaba solo. El sonido se repitió una segunda vez y entonces la decisión que tomó fue la de regresar a las cocheras, pero no parece haber vuelto a verse influido por la anécdota que para muchos sería un aviso para no volver.

Le pedimos que nos describiese lo que más curioso le resulta de su línea y su respuesta nos pareció de lo más original. Nos dijo que se trata de una línea que cambia constantemente hasta llegar al cementerio y lo hace a la misma velocidad que el resto de la ciudad. Sin embargo, dice Luis, cuando atraviesas la puerta de entrada todo está tomo hace tantos años.

Somos nosotros los sorprendidos cuando nos dice que conoce a muchos de los que ya descansan en paz. Los conoce porque las personas asiduas a un determinado lugar, en ocasiones, de repente dejan de visitar a sus familiares. Entonces, recuerda unos días, unas semanas atrás algún sepelio en “sus tumbas” y así sabe que aquel día la persona enterrada era aquella a la que tantas veces llevó a ver a su marido, a su hijo o a sus padres.

A muchos de ellos les tenía cariño después de muchas conversaciones, tanto como nosotros tenemos ya a Luis, a quien agradecemos tantos años de su vida dedicados a transportar recuerdos llenos de paz.