Microrrelatos elegidos de la cuarta semana de concurso “¿Tienes una historia?”.
Ahora solo queda elegir entre los 40 microrrelatos seleccionados a los ganadores del concurso #40aniversariobuhos. A primeros del mes de Noviembre, anunciaremos los elegidos de todas las categorías. Que disfrutéis de los 10 microrrelatos elegidos en la cuarta semana.
SERES EXTRAORDINARIOS
Me gusta leer en el búho que me lleva de madrugada a la panadería. Pero estos autobuses nocturnos son propicios para el encuentro con personas extraordinarias. Ya en la primera parada subió un tipo con perilla. Buscaba algo. –Se me perdió un burro. ¿Lo vio usted? –preguntó. –¿Cómo es su burro? –pregunté por llevarle la corriente. –Mi burro es tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no tiene huesos… –No –le contesté. Intenté retrotraerme a la lectura. La súbita aparición de otro pasajero alteró mis planes. Llevaba gafas de aviador: –Busco un niño –dijo en voz alta. –¿Un niño? –me interesé. –Viste como un príncipe. Habla de una rosa que dejó en su planeta… Me encogí de hombros. Cerré mi libro y abandoné cualquier intento de seguir con la lectura. Llegué a mi destino. Me apeé y sentí el ajetreo en derredor. Como el resto de pasajeros, regresaba a mi mundo cotidiano, donde los niños príncipes no viajaban solos, ni los burros parecían de algodón. Pero me llevaba conmigo la esperanza de saber que mañana, en la duermevela del trayecto interurbano, volvería a conocer a seres extraordinarios capaces de transportarme a mundos lejanos.
El fin (de Ramírez) justifica los medios (de la EMT)
El inspector llama a su despacho a Ramírez (conductor del N1 Sol – Hortaleza) – Ramírez, el año pasado Primer conductor nocturno del año y este, despistes, retrasos… y, sobre todo, ¡no use el autobús para uso personal! Si puede ser… – Es que… ahora dejo a una chica en su casa… vive al final de la línea y no quiero que la atraquen… Aparco y la acompaño a pie al portal. ¿Me gusta, sabe? – Ya, pero ocurre, que lo prohíbe el reglamento, yo recibo quejas y además casualmente… ¡vivo en la calle donde Ud. aparca! Me despierta los viernes y sábados a la 1.00. – Lo siento, no volverá a ocurrir… … – Ramírez, tres meses bien y ¿volvemos a las andadas? El otro día, el autobús en mi calle, otra vez ¿La chica? – No… la chica no… la tengo en el bote, ahora dice en su casa que estudia donde una amiga y así nos vemos de noche… Estábamos reunidos varios amigos por la muerte de Franco. – ¿Lloraban de pena o de alegría? – ¿Usted que cree? – Creo que debe pensar bien su respuesta si, muy a mi pesar, va a ser mi yerno…
“YA NO QUIERO UN PERRO”
Una menos cuarto de la mañana. Sin apenas tráfico y bajo una tenue lluvia otoñal arranqué el motor. Había dejado en casa a mi hija María, que no entendía como su padre desayunaba a la vez que ella se preparaba para irse a dormir. Hasta esa noche. Justo antes de salir de casa, María apareció en el pasillo abrazada a su peluche. Sorprendido la aupé y me dispuse a devolverla a su cama. Mientras la arropaba me dijo algo que aún hoy recuerdo: – Mamá me ha dicho que eres un superhéroe. Que todas las noches, cuando Madrid está oscuro y hace frío, sales con un buhito al rescate de ciudadanos en apuros que quieren volver a casa pero no pueden solos. Ya no quiero un perro papá, ¡quiero un buhito como el que tienes tú! Y María tenía razón. Desde aquella noche salí de casa dispuesto a ser un pequeño héroe para los que se subían a mi autobús, a mi buhito como decía ella. Han pasado ya 40 años y ahora que me jubilo, puedo decir que he sido feliz testigo de los guiños desvelados de Madrid, y conductor de sueños nocturnos, encontrados en una parada de autobús.
SUPERHÉROE DE ANDAR POR CASA.
“¿Cómo será?, ¿cuál es su nombre?”- Siempre me pregunto lo mismo, siempre que lo veo aparecer por Cibeles con su búho salvador que me deja en la puerta de casa. No puedo evitarlo, me intriga. Sale, estira las piernas, habla con algún compañero… Pero hay algo que me hace sentir curiosidad, tantos años viéndonos por las noches… “quizás sea el chico que más veces me ha acompañado a casa” pensé no hace mucho mientras me entraba la risa mental por mi ocurrencia, un poco animada por la copita de alcohol criminal de la que seguro que me arrepentiría al día siguiente. Porque esa es otra, qué vergüenza a veces. Una vez hasta me dormí. Pero eso sí, superado el pánico inicial de no saber dónde estaba, qué dignidad, sí señor… y qué pateo hasta casa. No sé ni por qué le doy tantas vueltas, nunca le voy a decir algo más allá de un “buenas noches” en tono de niña buena, a veces con lengua de trapo. Casi mejor. Así queda el misterio. Como con los superhéroes. Me gusta, en lugar del Bat-Móvil un N-6. Ya no le voy a mirar con los mismos ojos…
Bajo presión.
Toda la noche trabajando, aguantando a todo el que se monta en el Búho: al que se quiere colar, al borracho que se queda dormido y al que no se duerme –prefiero los primeros?, al grupito con el flequillito de moda que canta la canción de moda, a los que se van a casa a dormir(la), al que viene de trabajar de mal humor porque tiene turno de noche… y así un sinfín de personas. ¿Y alguno de ellos se diga a saludar? ¿A dar la buenas noches? ¿A mirarte a la cara siquiera? ¿Y qué me dice de los que te tocan las narices sin necesidad? Porque yo entiendo que mi trabajo es como es, que me las tienen que tocar, pero no puedo con esta gente. ¿No se ve bien la luz de parada solicitada? Ya me han apretado una vez, no hace falta más. ¿Por qué nos aprietan tantas veces? ¿Se ha acabado ya el tiempo? ¿Sí? La semana que viene a la misma hora, ¿verdad? Sí, sí, me tomo las pastillas. Sí, intentaré relajarme, pero no es fácil doctor, ya sabe que trabajo siempre bajo presión, soy un botón de stop.
PARADA NO SOLICITADA
Para las chicas trans es más difícil subirnos a un autobús que a unos tacones de quince centímetros. Las miradas y las risas obtusas y lacerantes de la audiencia no nos han hecho, precisamente, pasajero preferencial del transporte público. Será por eso que nos hemos vuelto, nosotras también, un poco búhos, como si un proceso de transición no hubiese sido suficiente para encontrar nuestro asiento en el mundo. Pero si algo nos ha enseñado la vida es que si queremos algo tenemos que lucharlo. Por eso, aquella noche, aunque fuera sólo por aquella noche, decidimos conquistar el transporte público para la tribu trans. Plantadas en Cibeles, armadas de lentejuelas, perlas, pieles, y coloretes, tomamos el Búho, transformando la ruta de sus viajeros en una alegoría de nuestro propio viaje, pintando sus labios, esmaltando sus uñas, susurrando chismes, cantando cuplés a pleno pulmón, mezclándonos en cada frenazo, en cada curva, entre risas, caricias y abrazos de purpurina. Una noche en la que El Búho, más diverso y glamuroso que nunca, transgredió su ruta hasta una parada, nunca solicitada, pero cuyos restos de maquillaje permanecerán en la memoria de estos viajeros, transportados, sin pedirlo pero queriéndolo, hacia un nuevo amanecer.
IMAGO
Que frío-pensó mientras esperaba el N-10-lógico es diciembre siguió pensando mientras el búho que le llevaría a casa aparecía a lo lejos. Venía de su despedida de soltero. En un momento de la juerga, había perdido a sus amigos y aunque estuvo esperándolos un buen rato, decidió marcharse porque mañana era el gran día. Mañana se casaba.Se sube al bus. El conductor no le presta atención a pesar de ser el único viajero. Mira a través de la ventana. Ambulancias, bomberos…pero su cara no se refleja. El vaho de su aliento no empaña la ventana…En la radio, el conductor se estremece:”un incendio en la discoteca Alcalá 20, ha convertido la fiesta en un infierno. Se desconoce el número de víctimas. Se apresura al conductor. Le implora una y mil veces que pare. Tiene que ir a buscar a sus amigos. Sin prestarle la más mínima atención, Toño conductor del búho desde hace dos años, con lágrimas en los ojos, comprende porqué su autobús esa maldita noche va completamente vacío…
Mi única pasajera
Nunca me había atrevido a contar esta historia por miedo a que me tomaran por un loco, pero a mi edad, poco me importa ya y aprovecho este concurso para intentar recoger en unas líneas lo que ocurrió aquella noche: Era uno de octubre de 1974. Yo cubría el primer servicio histórico de la línea 7 del Circuito Nocturno de Madrid: Cibeles-Carabanchel Alto, salida a las doce en punto. Sentado al volante, esperaba paciente a que los pasajeros empezaran a montarse. Entonces subió ella. Elegante. Enigmática. Una densa bruma se coló por cada rincón del autobús; me extrañó porque ni ella estaba fumando, ni había una pizca de niebla fuera. —Son quince pesetas—dije, fingiendo normalidad. Me llamó la atención su aire distinguido, su peinado, como de otra época, recogido en la coronilla con una diadema. Hizo gesto de no llevar dinero encima. —No se preocupe, señora, invita la casa, ¡estamos de inauguración! Me regaló una sonrisa y se sentó en la parte de atrás. ¿Por qué me resultaba tan familiar? Arranqué el autobús con mi única pasajera a bordo. Cuando dimos la vuelta a la plaza de Cibeles, pude ver como en la fuente solo quedaban los leones.
De cómo encontrar marido
Hace calor en Madrid. El despertador me avisa de que es la hora. Ardo y me dirijo medio dormida a la cocina. Me tomo el café y las tostadas casi de pie. No puedo perder mi autobús. Me relleno los labios de rosa chicle y salgo corriendo. Cuando el búho abre la puerta sonrío. Hoy conduce Nicasio. -¿Qué tal va la noche? – le pregunto. Me guiña un ojo. -Se me han quedado dos dormidos. ¡Estudiantes! Casi les tengo que dar un mamporro para despertarlos. Dirijo mi mirada a la tercera fila. ¡Ahí está! Es el conserje más guapo de todo Madrid. Más que los actores de las revistas. Me siento a su lado como todos los días, pero hoy está esquivo. No sé que le pasa. Llega mi parada y de pronto me sujeta el brazo y sin mirarme dice: -¿A qué hora acabas hoy en el kiosco, puedo pasar a buscarte? Sin hacerme rogar le respondo: -¡Claro que sí! Nicasio que no ha perdido detalle me guiña el otro ojo. Bajo del autobús y recuerdo a mi abuela que solía decir: “El búho regala buena suerte y cuando canta, o llueve o escampa”.
ENTRECORTADO
La verdad es que desde que subí al nocturno lo recuerdo todo entrecortado. Recuerdo al hombre que le faltaba un brazo. Con la mano que le quedaba se rascaba la pierna nervioso y después se la ponía en la frente como para soportar la angustia que le acontecía. Luego no había manco pero seguían los dos amigos góticos compartiendo auriculares y pisándose el uno al otro al hablar. Luego chicas gritonas y pintadas en los asientos. Después no recuerdo nada. Un gran vacío de brutal somnolencia hasta que estabas tú. De rodillas sobre el asiento delantero. Mirándome a los ojos y sonriendo. Luego: ¡zas! Estabas a mi lado cogiendo mi mano y diciéndome algo así como que la próxima era la nuestra. Ahí fue cuando acercaste mucho tu boca y ya me negué a volver a parpadear. Pero al bajar del buho todo se convierte en algo borroso. Probablemente no andaba, me arrastraba por la punta de los pies. Tú tirabas de mí. Y ahora estoy aquí con un recuerdo borroso y entrecortado. ¿No me habrás dado droga? > No. Te he dado tres horas de buen sexo ininterrumpido.< Pues cierro los ojos. GRACIAS.
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