4ª parte – 2 de los 10 microrrelatos elegidos en la primera semana del concurso #40aniversariobuhos de EMT Madrid
Cuarta entrega de los primeros 10 microrrelatos que el jurado ha elegido en la primera semana de participación en el concurso de “40 años 40 historias”:
¿IGUALES?
Corro a la parada del N17. Son las tres. Me siento en la marquesina, aún quedan diez minutos para la llegada del búho; parece que se adelanta, ya lo veo. Abre sus puertas y subo feliz pensando -en quince minutos estaré en mi cama-. ¡Qué escalofrío!, ¡qué sensación extraña!, debe ser el cansancio; he tenido un duro día. La conductora me sonríe y arranca bruscamente, voy tambaleándome, me agarro a las barras como puedo, pero ¿…? ¿Qué pasa aquí? Los pasajeros tienen la misma cara…!y la misma sonrisa que ella!, cierro o los ojos tres veces, seis mujeres en el autobús idénticas y todas sonriéndome, miro hacia atrás y no doy crédito, veo mi reflejo en el cristal ¡yo también tengo la misma cara! –Por favor pare, me quiero bajar…, me quiero bajar-. -Chico, chico, despierta, estás soñando-. Qué vergüenza, ahora sí que sonríen todos mis compañeros de viaje. Bajo abochornado por el espectáculo, espero para cruzar la carretera, el autobús está pasando por delante de mí, no puedo evitar mirar a las ventanillas, las cinco viajeras y la conductora me saludan agitando las manos, todas con la misma cara, todas con la misma sonrisa.
LAS AVES NOCTURNAS DE MADRID
Desde la ventana, contemplaba a la soberana luna incapaz de iluminar las calles de Madrid. Me compadecía de ella. Antes, cuando no había farolas ni bombillas, todos esperaban con ansia las noches que nos visitaba. Las gentes de esta ciudad han aprendido a vivir sin ella, y no sé hasta qué punto ha sido positivo. Resulta decadente ver a todos esos jóvenes con el hígado cansado, sufriendo en sus asientos los demonios de la bebida. Tampoco me agrada ver a esos madrugadores trajeados, que parecen lamentarse por vivir con las horas de sueño alteradas, ni a las damas más simpáticas de Montera, arrastrando su vergüenza hasta sus casas. A estas horas, uno toma conciencia de que un simple autobús solo sirve para transportar a bestias trastornadas por la noche. Y en este ambiente imposible, el conductor parece cumplir un papel fundamental. Conservando la cordura en todo momento, y acostumbrado a dormir durante el día, consigue su alimento gracias a trabajar entre las tinieblas. En cuanto tomé conciencia de ello, supe que los verdaderos búhos eran los conductores. Y que si solo viviéramos con la luz lunar, estas aves nocturnas habrían muerto de hambre.
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